miércoles, 2 de septiembre de 2009

Y despues, nada.

No quiero quejas ni reclamaciones. Otra actualización sin foto, si. Pero además debo avisar (no quiero que leáis un párrafo, para luego volver al tuenti decepcionados). Estoy de un humor extraño. Desde hace ya unos días (creo que desde el domingo, aunque claro, fue el lunes cuando tomé el desayuno sin untar la tostada) me levanto con la única certeza de que debo esperar las horas que quedan para volver a la cama.
No estoy triste o preocupado , ni dejo pasar el tiempo en actitud melancólica (incluso extraño esa melancolía, añoranza de algo que está por venir). Simplemente supongo que no estoy, al menos no aquí, sobre esta cama. No estoy aquí, junto a la torre de libros que crece en la mesita o a la maraña de ropa que sobre el piano miro (se muestra indiferente, deseosa por regresar al armario, y orgullosa, desvía su mirada hacia cualquier otro lado). No estoy en mi, que estoy en cualquier otra parte, territorio desconocido aún por explorar ,en un resquicio de mi mente. Es una sensación extraña. No es alarmante (ni si quiera soy capaz de sentir preocupación), simplemente molesta y en ocasiones ligeramente frustrante, aunque no lo suficiente (un buen pellizco, algo que me hiciese reaccionar. Y tan solo tengo esta mano que no tiene quien la guíe).
Levantarse y esperar, esperar para que llegue, que llegue nada. Y me vuelvo en la cama y espero. Y después, nada. Ni tan siquiera encuentro un final adecuado para este texto y arranco cada palabra a una voz yerma y apagada. Con él traiciono mi deseo de no utilizar el blog como escaparate de mis embrollos emocionales. No lo he conseguido, otra vez.

jueves, 20 de agosto de 2009

Diario piscinero (I). La invasión de las madres tortuga.

10:15. Para encontrar sitio hay que llegar temprano, así que, embadurnado en crema, me encuentro en la piscina a la caza de una sombrilla. Para marcar territorio utilizo las toallas. No una, ni dos, sino tres toallas extiendo entorno a la sombrilla. Que quede claro que esta, es mía. Ahora que respiro tranquilo puedo coger el Hola (que queréis, desde que tengo a la abuela en casa hacemos la colección) y tumbarme al Sol. Del Hola lo que más me gusta son los bodorrios y criticar los estilismos. Mira, la sobrina de la chacha del Rey se ha casado. El vestido no puede ser más hortera, parece la tarta con velas incluidas. Yo sé de otra que se casa, la Veneno. No entiendo porque no lo anuncian en el Hola. Ella no le toca un pie al Rey (porque él no se deja) pero va a tener un bodorrio por todo lo alto, con morcilla de burgos para todos y de postre, tiburón.
11:30. Estoy mirando fijamente el bronceador. Intento moverlo con la mente. Me concentro, vuelco todas mis fuerzas sobre la crema y hago presión con las orejas. Previsiblemente, no se mueve. Ni yo soy Prue ni esto es Embrujadas, pero siempre es divertido intentarlo, aunque sea un poco frustrante.
12:00. Llegan en silencio y, con disimulo, van ocupando cada una de las sombrillas, tomando posiciones hasta hacerse con toda la piscina. Son las madres tortuga. Para quien no lo sepa, las madres tortuga son ese grupo de mujeres que en verano invaden piscinas y chiringuitos y que nunca, nunca, aunque se les caiga el reloj o el niño a la piscina (ya puede ahogarse el niño), meten la cabeza bajo el agua. Las verás nadar con el cuello estirado, esquivando chapoteos y cualquier inconveniente que amenace con mojar su inmaculado cabello, mientras tras de sí dejan un delatador rastro de crema blanco. Debo confesar que mi madre es una madre tortuga. Desde que tengo uso de razón no la he visto sumergir la cabeza bajo el agua, a no ser con uno de sus gorros de baño. Son discretos, en tonos fucsia o con lunares y a veces vienen acompañados de una exótica flor (una rosa en plástico), por si pudiera pasar desapercibido. Como complemento suele acompañarlos de sus gafas de sol, lo cual en conjunto recrea a una suerte de Martirio submarina. Ella no lo hace por dejarme en ridículo. Es solo su naturaleza, estoy convencido.
12:35. No me explico cómo puede comer con ese ansia, y yo soy de buen comer, pero ¿así? No, así no. No son formas. Ala hija, engulle. Al año que viene te hacemos el bañador con un paracaídas.13:25 Un día mas me voy para casa con hambre, la cara quemada (la nariz casi relumbra) y sin haber ligado (no es que yo sea de los que van a la piscina a ligar, no. Es solo anecdótico).

lunes, 10 de agosto de 2009

Diario de Viaje ( I ).

Madrid en Verano es un infierno de asfalto. Es de noche y, aunque la ventana está abierta, el aire aquí es una losa de hormigón ardiente. Con los pies sobre la mesa apuro lo que queda de agua en el vaso y cambio de canal otra vez. Los canales de porno han dejado de emitir, y ahora una señora con un geranio en la cabeza recibe a Escorpio en directo. Las cartas no se equivocan, Escorpio. Esa molestia no es nada grave. Me quedo mucho más tranquilo y apago el televisor .
No puedo dormir. De todos modos en algo menos de tres horas y procurando no hacer ruido, papa asomará la cabeza por la puerta para despertarme susurrando mi nombre. Tampoco importa si no duermo, porque mañana estoy en Roma. Lo cierto es que uno de los mejores momentos en un viaje es la noche antes de comenzarlo. La noche antes, cuando aun nada ha sucedido, se pasa entera imaginando como serán los próximos días. Es emocionante pensar en todo lo que podría ocurrir, fabular con un imprevisto incidente a la entrada del metro o con un romance de ensueño. Para aquellos a los que nos gusta vivir soñando, imaginar una vida paralela y distinta a la real se convierte en una afición. En ella encontramos las palabras que quisimos oír o aquellas que nunca dijimos, momentos ocultamente anhelados, escenas que no encontrarán lugar en el tiempo. Y no siempre fantaseamos con acontecimientos deseados. En ocasiones puede tratarse de grandes catástrofes o simples conflictos cotidianos que presenciamos con todo lujo de detalles, analizándolos con todas sus posibles consecuencias. Imaginar al portero discutiendo por una correspondencia extraviada, mientras el perro de la del segundo le gruñe mordiendo el bajo de su pantalón, es siempre desestresante y satisfactorio. Esto lo entenderíais si, como yo, odiaseis a vuestro portero. Seducido por los placeres de esta vida secreta, capricho de la imaginación, pasan las horas entre el delirio y el sueño. Mas debemos ser precavidos, y conscientes de que no existe mayor emoción ni mejor placer que los que nos brinda una vida real. Para mi desgracia, suelo olvidarlo con frecuencia.
En la tele la vieja con ínfulas de sacerdotisa y que retransmite desde su garaje, en Teruel, sigue esperando tu llamada junto a un Buda de cartón piedra. Que pongamos en manos de una menopáusica teñida de rubio y con una lenteja incrustada en la frente cuestiones trascendentales de nuestra vida y nuestra salud, pone en evidencia la inseguridad de una sociedad que por encima de todo se siente muy sola. La gente no quiere a los cirujanos en los quirófanos. La gente quiere a la bruja Lola.

jueves, 18 de junio de 2009

Camiseta 2.




¡FUMA! ES GENIAL PARA TU PERSONALIDAD. TE HACE SEXY, GRACIOSO E INTERESANTE Y SI NO TIENES NADA INTELIGENTE QUE DECIR SIEMPRE PUEDES FUMARTE UN CIGARRILLO.

miércoles, 17 de junio de 2009

Camiseta 1.

Esta tarde he diseñado la primera camiseta para Barcelona. Y es que al tratarse de una ciudad tan moderna, en la que preveo estar rodeado de alternativillos, y teniendo yo tan poca personalidad, he decidido, para sentirme mejor y mas interesante, hacer tres camisetas que utilizaré en el viaje ( además de algunas otras, no quiero oler a bacalao). A la pregunta ¿ y esto te parece bonito?, respondo, sí. Si no os gusta que os peten (con cariño, eso siempre. Aunque a veces es mejor el sexo duro).
Un besoooooo.
P.D. Ya sabéis cuanto os echo de menos.

martes, 16 de junio de 2009

El cajón de la mesilla.

Todo el mundo tiene un cajón de la mesilla. En él se pueden encontrar las cosas más diversas: el libro que no llegaste a leer, un oculto paquete de tabaco o ese reloj, regalo de tu abuelo, que no utilizas nunca. En ocasiones, un trasnochado resguardo, algunos desahuciados discos que, aunque te gustan, ya escuchaste demasiado o cualquier baratija que no es una baratija, sino un recuerdo que, con el tiempo, ha amarilleado en la memoria. Y es que en el cajón de la mesilla convive lo más banal de tu día a día junto con esos pedazos de papel que guardas con tanto mimo, tus más preciados.
A veces el cajón de la mesilla no es un cajón de una mesilla, sino el de una cómoda o un armario. Incluso puede no ser un cajón. En algunas ocasiones el cajón de la mesilla es un pequeño estuche, un bolsillo en la cartera o el hueco bajo el colchón.
Hay tantos cajones como dueños. Cajones golosos que esconden comida, estresados, cuando solo contienen papeleo del trabajo y confidentes, aquellos que guardan tus secretos más íntimos. Hay cajones llenos de fotos y recorte y otros que no guardan más que pelusa y chinchetas. Algunos son ordenados y siguen la regla, otros, en los que se circula sin ton ni son, caóticos. Sean como sean todos hablan de sus dueños. Son collages de rutinas, aficiones y recuerdos. Siempre están ahí, acogiendo cachivaches, retales de nuestra vida.
Quizá en alguna ocasión hayáis probado a ordenar vuestro cajón de la mesilla. Es esta de todas, la más absurda tarea domestica por lo imposible del asunto. Consiste en vaciar el cajón sobre la cama y limpiarlo, para después colocar de nuevo en él todo, excluyendo aquello que , por inservible o molesto, no consideremos adecuado. Es este último el más difícil de los dos pasos, porque ese llavero roto es el llavero de Nonna y esta postal la del viaje del 98 y ¿como sacar a Nonna o al 98 de mi cajón?. Los quiero aquí, a mi lado. En todo mis intentos por ordenar el cajón he acabado por renunciar a menguar su contenido o incluso e engrosado con nuevos miembros su imaginario.
Y es que es difícil desprenderse de estos cachivaches, pues son lo único que nos queda de unos años que ya son recuerdo. Esto es un cajón de la mesilla. Una prolongación de la memoria, un diario de nuestras vidas, un mapa de nuestras almas.